Las ruinas de Yugoslavia
A
mi abuelo Víctor que
pasó
la vida zanjeando
para trasportar la mierda y
el agua de esta ciudad
Existe algo más yugoslavo que
Petrovich se pregunta Dovichenko
mientras fija la mente en un
cenicero lleno de colillas
y deduce que ese es el alma
de lo que no pudo decirse
#
A tres cuadras de la
remodelada estación de colectivos
frente a la Villa Rosario te
daban dos puñaladas de ventaja
sin embargo el viejo Martínez
se rendía tras una jornada
pesada de zanjeo a los
yugoeslavos que preparaba el cantinero.
#
Un yugoslavo puede ser un
tipo pintón,
un rubio criollo mal
denominado o una mitad
de vino blanco con una media
de tinto mixturado
por un bloque diminuto de agua
en estado de solidificación.
Según pude saber el trago no
trascendió los muros del barrio
y se debió al capricho de un habitué ensañado
con el cantinero de turno mientras
en canal nueve hablaban de Putin
#
Frente a la iglesia de la
cortada de Espora
vendían vino suelto mal
rebajado
cuando una botella de brama
no llegaba a un sope.
#
Hasta que tuvimos laburo, que
fue tarde,
todos tomábamos en la vía
mientras algunos chetos
pasaban en el coche de sus
viejos.
En invierno escondíamos las
botellas en un baldío.
De ser necesario se prendía
fuego,
de ser necesario se le
convidaba vino a los crotos.
Cuando pasaba la cana nos
agazapábamos.
La vía daba a la espalda de
los boliches.
Cuando estábamos puestos
entrábamos.
Las rusas parecían disfrutar
de ese gusto áspero en los labios
como esas cosas de las que se
desconoce el origen.
Con los chicos decidimos
juntarnos en una casa.
De treinta pasamos a diez, nuestras
anécdotas remitían a las vías.
#
Un día le pusieron al Fufi
bocha de puñaladas.
No volvió a fumar, se salvó
de pedo.
#
Con los chicos ya no creemos
en la revolución.
La mayoría entró a laburar en
las empresas del Polo
y si no hay Smirnoff no toman.
A mí me dicen que deje de
soñar.
Cuando me ofrecen laburos en
negro para los diarios fachos
pienso en el viejo Martínez que
murió en la suya.
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